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La misión del facilitador

Por:  Nelson Galante

El facilitador de Biodanza que ama la vida transmite el amor a la vida. Es su misión acompañar exentos de egoísmo y competitividad a vivir el mensaje del Principio Biocéntrico como la vía regia a la empatía, al amor al prójimo, la fraternidad, al espíritu grupal, la colaboración y cooperación. Para ello están las vivencias integradoras que nos invitan a tomar el camino de la hermandad y del cuidado afectivo.

 

Sugiere Helene Levi, privilegiar la iniciativa no la pasividad, la apertura no la estrechez, la colaboración, no la competencia, la flexibilidad no la rigidez.

 

El amor por la vida exige una visión realista, poética, pragmática, elevada, fluida, determinada, de autonomía, de cuestionamiento de las creencias limitantes, de confiar y hacerse confiable. El facilitador de Biodanza tiene la tarea de nutrir su identidad de factores positivos que aplaquen el ego.

 

Acompañará los procesos evolutivos desde la sensibilidad de un pedagogo único que ofrece su conocimiento para iluminar un camino a través de vivencias y consignas, no impone creencias. Para ello usará el lenguaje corporal por encima de los conceptos.

 

El conocimiento se integrará de la piel a los órganos, a los tejidos, las células y a la sabiduría ancestral y vital que permitirá surgir respuestas individuales, diferenciadoras, que exigirán conductas y procederes a nuestra conciencia, respondiendo a necesidades orgánicas y afectivas de cada persona por sobre las reglas de la cultura represora.

 

Ser profesor de Biodanza es un arte que se desarrolla desde el amor y solidaridad, y conciencia iluminada. No hay verdad eterna, hay principios universales que marcan la existencia y él no negociable, es el cuidado de la Vida por encima de cualquier interés individual o colectivo del humano.

 

El Principio Biocéntrico es el legado y la misión fundamental que nos dejó Rolando Toro Araneda.